4.) El Santuario – La Escalera al Cielo

En mi estudio anterior – “Perfeccionando la Santidad en el Santuario” – senté las bases para un estudio y aplicación más profundos de los principios del Santuario a nuestras vidas diarias a medida que crecemos con Cristo. Toda la Biblia está escrita en el idioma del Santuario y si no vemos la correlación entre el Santuario y los requerimientos de Dios hacia la humanidad desde la caída de Adán y Eva, no veremos mucho de lo que la Biblia nos enseña sobre la obra de salvación a través de Cristo. En vez de repetir que el estudio fue hecho por la necesidad y el poder de la alabanza, solo me referiré a varios comentarios de la alabanza y comenzaré con el estudio de los últimos seis pasos en el viaje del Santuario hacia la santidad a la presencia de Dios.

“Clamad de dicha al Señor,  Tierra entera. Adorad al Señor con alegría, venid ante Él con canciones de regocijo. Sabed que el Señor es Dios, es Él quien nos hizo y somos Suyos, somos Su pueblo, las ovejas de su pastoreo. Entrad por Sus puertas con agradecimiento y a Sus aposentos con alabanzas, dadle gracias y adorad Su nombre, pues el Señor es bueno y Su amor perdura para siempre, su fidelidad continúa durante todas las generaciones.” Salmos 100.

“La melodía de la alabanza es la atmósfera del Cielo.” IHP 94.

“Los que buscan al Señor lo adorarán.” Salmos 22:26.

“Cristo, nuestro mediador y el Espíritu Santo están en constante intercesión por el hombre, pero el Espíritu no pide por nosotros como lo hace Cristo, quien presenta Su sangre, derramada desde las bases del mundo; el Espíritu obra sobre nuestros corazones, extrayendo oraciones y peticiones, alabanzas y agradecimientos. La gratitud que mana de nuestros labios es resultado del Espíritu tocando la fibra del alma en recuerdos santos, despertando la música del corazón.” 6BC 1077, 8.

“El idioma del alma debería ser uno de dicha y gratitud… Cultivar solo aquellos pensamientos y sentimientos que producirán gratitud y alabanza... Los insto a nunca pronunciar una palabra de queja, sino a atesorar sentimientos de gratitud y agradecimiento. Al hacer eso se estará aprendiendo a lograr crear la melodía en el corazón.” IHP 36.

Es natural para el corazón humano ser afectado por la variedad de cosas que experimentamos a diario. Algunas de estas pueden ser positivas y otras negativas, pero no es la voluntad de Dios que le permitamos a nuestras emociones subir y bajar con las cosas que enfrentamos a diario. Si moramos en el Santuario del amor de Dios, nuestros corazones permanecerán cerca de Cristo recibiendo Su gracia en todo momento para encarar las cosas que nos pasen.

En el Viejo Testamento, los sacerdotes iban al Santuario cada mañana cantando y alabando a Dios con sus voces e instrumentos musicales. Para el momento en que llegaban a las puertas del Santuario, estaban llenos de alabanzas para Dios y estaban listos para comenzar con los rituales prescritos para la congregación ese día. A medida que pasaban al patio del Santuario, eran rodeados de inmediato por la cortina blanca que era la frontera de todo el Santuario y sus servicios. En cierto modo, cada uno de los pertenecientes al pueblo de Dios que siguen la prescripción celestial de la comunión con Dios y una relación personal con Cristo, será cubierto con la rectitud de Cristo desde el comienzo de su adoración y a través del día completo a medida que caminen junto a Él en santa comunión y relación, para que así podamos vivir nuestras vidas en tal armonía con Cristo, que será un anticipo de lo que experimentemos cuando lleguemos al Cielo.

“El día se acerca en el que la batalla se habrá luchado, la victoria se habrá alcanzado… Todos serán una familia unida y feliz, vestidos con la ropa de alabanza y agradecimiento – la túnica de la rectitud de Cristo.” 8T 42.

Después de responder a la extracción del Espíritu Santo cuando adoramos a Dios con un momento de alabanza y agradecimiento para con Él, el próximo paso en el Santuario es el altar bronceado de sacrificio. Este es el lugar donde a los israelitas se les permitía ir con un cordero como sacrificio por sus pecados. Después de confesar sus pecados sobre la cabeza del cordero, tomaban un cuchillo, degollaban al animal y mientras la sangre fluía, el sacerdote la recogía en un receptáculo sagrado usado para ese propósito y procedía a tomar la sangre al altar bronceado. Mojando sus dedos en la sangre, la aplicaba en los cuatro cuernos en las esquinas del altar. La sangre era entonces llevada por el sacerdote al Lugar Santo donde se rociaba sobre el altar dorado del incienso y luego sobre la cortina que separaba el Lugar Santo del Santísimo, allí permanecía hasta el día de la expiación al final del año. Luego durante las ceremonias de ese día, los pecados acumulados del pueblo de Israel se eliminaban, la vieja cortina salpicada por los pecados era removida y una nueva, fresca y limpia cortina era colocada en su lugar, lista para comenzar los rituales de remoción de los pecados del pueblo para el año siguiente.

Pero estas eran solo las sombras de las cosas que ocurrirían. Dice la Biblia que el pecado no puede removerse por la sangre de toros y cabras, sino solo con la preciosa sangre del Cordero de Dios. Esto no significa que los servicios del Santuario ya no tienen significado para el pueblo de Dios luego de la cruz, pues Cristo ascendió al Cielo donde está llevando a cabo los servicios en el Santuario verdadero, Él, nuestro Sumo Sacerdote remueve los pecados de nuestras vidas ahora.

“Cuando Cristo vino como Sumo Sacerdote de las cosas buenas que ya están aquí, pasó por el más grandioso y perfecto tabernáculo que no es hecho por el hombre, es decir, no es parte de esta creación. No entró por medio de la sangre de cabras o terneros, sino que entró al Lugar Santísimo de una vez por todas con Su propia sangre, habiendo obtenido la redención eterna. La sangre de toros y cabras y las cenizas de un novillo rociados sobre aquellos que ceremonialmente estaban “sucios”, los santificaba para que estuviesen limpios por fuera. ¡Cuánto más entonces la sangre de Cristo quien a través del Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo inmaculado para Dios, para que purificara nuestras conciencias de los actos que llevan a la muerte para que podamos servirle al Dios viviente!...”

“Pues Cristo no entró a un Santuario hecho por el hombre que solo era una copia del verdadero, entró al Cielo mismo para ahora aparecer por nosotros a la presencia de Dios…”

“Igual que el hombre está destinado a morir una vez y después de eso enfrentar el juicio, así mismo Cristo fue sacrificado una vez para lavar los pecados de la gente y aparecerá una segunda vez, no para cargar con el pecado, sino para brindarle salvación a aquellos que están esperándolo.” Hebreos 9:11-14, 24, 27, 28.

¿Se ve que Pablo dice aquí que cuando Cristo venga no estará cargando con nuestros pecados, sino que simplemente estará concretando nuestra salvación? Hay muchos cristianos que creen y enseñan que pecaremos hasta que Cristo vuelva, ¡pero este es un engaño fatal! En ninguna parte de la Biblia dice esto. No – todo pecado debe ser removido del pueblo de Dios mientras Cristo aún esté haciendo Su ministerio en el Santuario. Cuando salga de Su obra en el Lugar Santísimo, el destino de todos estará decretado para toda la eternidad.

“El Hijo de Dios… ha cumplido con su promesa y ha pasado a los cielos a tomar para Sí mismo el gobierno de las huestes celestiales. Cumplió una fase de Su sacerdocio al morro en la cruz por la raza caída. Ahora está llevando a cabo otra fase al presentar ante el Padre el caso del pecador creyente arrepentido, presentándole a Dios las ofrendas de Su pueblo. Habiendo tomado la naturaleza humana, habiendo así vencido las tentaciones del enemigo y teniendo la perfección divina, se le ha encomendado el juicio del mundo. El caso de cada uno será llevado a revisión ante Él. Emitirá un juicio, recompensando a cada hombre de acuerdo a sus acciones.” 7BC 929.

Es absolutamente imperativo reconocer que los servicios del Santuario del Antiguo Testamento apuntaban al trabajo real de Cristo como Sumo Sacerdote del Santuario celestial a medida que le aplica Su sangre y sacrificio a cada persona que coopera con Él en la purificación de sus vidas para prepararse para la entrada al reino del Cielo. Con esto en mente, consideremos el significado de este ritual que era requerido para el pecador en el servicio del Santuario del Antiguo Testamento.

El altar bronceado era un símbolo de imperfección, ya que el bronce no es tan refinado como el oro, por tanto, en el altar era mantenido un cordero ardiente día y noche para representar la constante necesidad de la expiación de Cristo por nosotros en la cruz del Calvario, sin embargo, el servicio del Santuario no quedaba allí. La sangre del cordero sacrificado, representando al pecador, era llevada hasta el Santuario y se rociaba sobre la cortina que separaba el Lugar Santo del Santísimo. Esto representa el hecho que un pecador tiene que hacer más que una reiterada y continua confesión de pecados para lograr la salvación, pero nunca recibiendo la completa purificación que está disponible a través del Santuario. Esto es especialmente comprendido por la generación final que vive en el momento de la historia cuando Cristo está completando su obra de purificación y eliminación de todos los pecados registrados en contra de Su pueblo, preparándose para salir del Santuario y verter los cálices de la ira de Dios en forma de las siete plagas para los inicuos.

Hay Cristianos que quieren permanecer en el patio de su experiencia con Cristo, pecando y arrepintiéndose una y otra vez sin avanzar hacia la complexión de la purificación del carácter que Cristo nos ofrece si seguimos todo el camino hasta el Lugar Santísimo para tener la experiencia con Él. Elena White hace esta apelación:

“La verdad es mantenida por mucho tiempo en el patio exterior. Tráiganla al templo interno del alma, entronícenla en el corazón y déjenla controlar sus vidas. La Palabra de Dios debe ser estudiada y obedecida, entonces el corazón hallará descanso, paz y dicha y las aspiraciones tenderán hacia el cielo; pero cuando la verdad se aparta de la vida, en el patio exterior, el corazón no se calienta con la brillante llama de la bondad de Dios.” 5T 547.

Hay mucho simbolismo del Santuario en esta cita, pero traduzcámosla a un idioma comprensible. El patio exterior representa la conducta en oposición a una relación personal. Podemos aprender a corregir la conducta sin una relación personal con Dios o incluso con otros seres humanos. ¡Cuántas personas, desafortunadamente, pasan todas sus vidas sin conocer de verdad el verdadero amor y conexión con otros seres humanos o Dios mismo! Por eso es que Cristo dijo:

“No todo el que Me dice: ‘Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, solo el que hace la voluntad de Mi Padre que está en el Cielo lo hará. Muchos Me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre y en Tu nombre expulsamos demonios y obramos muchos milagros?’ Y Yo simplemente les responderé: ‘Nunca los conocí. ¡Apártense de mí, malhechores!” Mateo 7:21-23.

“El esfuerzo personal por otros debe ser precedido por mucha oración en privado, pues requiere gran sabiduría entender la ciencia de salvar almas. Antes de comulgar con los hombres, comulguen con Cristo. Obtengan preparación en el trono de gracia celestial al hacer ministerio para la gente.” COL 149.

Observen el simbolismo del Santuario en esta cita. “El trono de gracia celestial” se refiere al segundo aposento o el Lugar Santísimo, pues el trono de Dios se simboliza en el Santuario mediante el Arca de la Alianza, que contiene Su ley. Mientras más conozcamos del Santuario y cómo aplicarlo a nuestras vidas diarias y a nuestra relación con Cristo, más nos daremos cuenta en la Palabra de Dios y el Espíritu de Profecía, el idioma del Santuario el cual contiene claves ocultas que nos guiarán a perfeccionar el carácter y a una relación con Cristo que nos purgue de todo pecado e imperfección.

Ahora que hemos sentado las bases para un recorrido por el Santuario en nuestras devociones diarias, consideremos la aplicación de la experiencia espiritual que necesitamos, la cual está representada por el altar del sacrificio. A diferencia del pecador que llevaba su cordero al Santuario del Antiguo Testamento pero no tenía relación con el sacerdote oficiante, debemos enfocarnos en la necesidad de una conexión personal con Cristo, pues Él es nuestro Sumo Sacerdote y desea guiarnos a través de cada fase de nuestra devoción y así establecer una relación personal con nosotros. Sin Cristo no podemos ni siquiera percibir ni comprender la profundidad y naturaleza de nuestros pecados y si llevamos lo que creemos que es una buena vida Cristiana, puede que tengamos pecados que estamos obviando en nuestras vidas.

Una de las funciones del Espíritu Santo es culparnos del pecado y luego llevarnos al arrepentimiento y purificarnos de lo que sea en nuestra vida que nos impida tener una profunda y dichosa caminata con Cristo. Por otro lado, a Satanás, quien es el “acusador de los hermanos”, le gusta imitar la voz del Espíritu Santo para hacer que tengamos una sensación de pecaminosidad que solo puede aliviarse y lavarse al mantener una relación personal con Cristo.

“Entonces oí una fuerte voz en el Cielo decir: Ahora llegó la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de Su Cristo. El acusador de nuestros hermanos, que los acusa ante nuestro Dios noche y día ha caído. Lo vencieron con la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio, ¡por tanto, regocíjense, cielos y sus habitantes! ¡Pero ay de la Tierra y el mar, porque el diablo ha caído sobre ustedes! Está furioso, porque sabe que su tiempo se agota…”

“Entonces el dragón se enfureció con la mujer y fue a hacer guerra en contra del remanente (VRS) de su descendencia – aquellos que obedecen los mandamientos de Dios y tienen (VRS) el testimonio de Cristo.” Apocalipsis 12:10-17.

¿Cómo sabemos la diferencia entre la convicción del Espíritu Santo y la denigrante voz del maligno condenándonos? Es este problema lo que hace imperativo que comencemos nuestra adoración con alabanza y permanecer allí en todo momento, sin importar lo que pase en nuestras vidas. Satanás está pendiente en todo momento para deprimirnos, desalentarnos, culparnos y hacernos sentir que es Dios el que está haciendo estas acusaciones en nuestra contra. De hecho, a Satanás le encanta hacernos pecar y luego llenarnos de culpa para separarnos de nuestra dichosa caminata con Cristo.

“Al presionar sobre el alma la idea que Dios no está complacido con nosotros, Satanás trata de torturarnos con incredulidad.” Ltr. 24, 1895, pp. 4-6.

“Si refrenamos la expresión de incredulidad y con palabras esperanzadoras y velozmente fortalecemos nuestra fe y la de los demás, nuestra visión se hará más clara. La pura atmósfera del Cielo rodeará nuestras almas.”

“Sean fuertes y hablen con esperanza. Ábranse camino a través de los obstáculos. Están en un matrimonio con Jesucristo. La Palabra es su seguro. Acérquense a su Salvador con la completa confianza de la fe viva, uniendo sus manos con las de Él. Vayan donde lleva el camino. Lo que sea que Él les diga, háganlo. Les enseñará de la misma buena manera que lo hace con todos los demás.” 6T 462.

“Tienen la seguridad que los ángeles cuyo hogar es el pabellón del Eterno y quienes ven la gloria de Dios, serán sus ayudantes.” Ibid.

“Debemos orar sin cesar y debemos vivir nuestras oraciones. La fe se incrementará en gran medida al ejercerla… Aprendan de Cristo. Tengan fe en Su poder para ayudarlos y salvarlos. La fe es la sangre del alma. Su presencia trae calidez, salud, consistencia y tranquilo juicio. Su vitalidad y vigor ejercen una poderosa aunque inconsciente influencia. La vida de Cristo en el alma es un pozo de agua que brota a vida eterna. Lleva a un constante cultivo de las gracias celestiales y a una amable sumisión en todas las cosas del Señor.” 6T 471, 2.

“Debemos llegar a una espiritualidad más alta, a lo más alto. Debemos dejar de quejarnos y debemos cultivar el agradecimiento. Debemos trabajar por la salvación de las almas perecederas. Debemos aferrarnos del poder supremo y cerrarle nuestros oídos a la queja y el hallazgo de fallas. Aplasten esta inclinación y vacíen el templo del alma del pensamiento malvado. Que ningún pensamiento infeliz permanezca en el interior.” TDG 347.

Así podemos ver que queda de nuestra parte alcanzar en fe a Cristo y confiar en Él incluso cuando pecamos o caemos en la oscuridad. Cristo no nos ha abandonado. Pero cuando cedemos ante la tentación y el pecado en contra de Dios, le concedemos una oportunidad al diablo para que hable, nos desaliente y nos acuse. ¡Debemos acudir inmediatamente a Cristo y pedirle perdón y que nos ayude a mantener nuestros ojos sobre Él y que nos regocijemos en Su salvación!

La historia de Pedro cuando intentó caminar sobre el agua (Mateo 7:25-33) puede ser una lección para nosotros. Estaba seguro hasta que apartó su vista de Cristo y comenzó a pensar en sí mismo. Incluso el propio Pedro tuvo miedo y perdió su fe y conexión con Cristo y comenzó a hundirse en el agua, Cristo estaba allí mismo y cuando Pedro pidió ayuda, Cristo lo tomó de la mano e inmediatamente volvieron a la seguridad del bote.

Así pasa con nosotros. En momentos de nuestras vidas, puede que experimentemos un decaimiento en nuestra cercanía y conexión con Cristo. Entonces nos vemos tentados a ser desalentados y la voz de Satanás puede oírse más claramente que la de Cristo en nuestras mentes. Pero esto no es indicio que Cristo nos ha abandonado, pues Él entiende nuestras debilidades y que nuestra única esperanza es confiar que Él está ahí mismo pidiéndonos regresar con Él y recibir el perdón y la garantía de nuestra salvación. Aquí es que es necesario recordar que la reconexión con Cristo comienza con alabanza.

No es porque Cristo necesite personalmente nuestras alabanzas para aceptarnos. La alabanza se necesita porque nuestras mentes y corazones necesitan distraerse de nuestros pecados y admirar a nuestro Salvador. La alabanza nos da esperanza, coraje y fe para ir con Él sabiendo que nos ama y que Sus brazos están abiertos de par en par para que el hijo pródigo vuelva. Se ha demostrado que la alabanza produce de hecho corrientes eléctricas positivas en el cerebro, mientras que los pensamientos negativos causan corrientes negativas en el cerebro. La negatividad nos pone en sintonía del canal de Satanás, en tanto que la alabanza conecta nuestras mentes con el Cielo. Entonces nuestras confesiones en el altar de sacrificio no serán un triste cuento de lamento y desanimo, ni un recitar mecánico de los pecados cometidos, sino una aleación de confesión y arrepentimiento mezclados con alabanzas para Cristo que Él puede limpiarnos de todo pecado y darnos la victoria mientras nos unimos a Él en nuestro recorrido diario del Santuario.

El siguiente aspecto a considerar en nuestro recorrido del Santuario es la fuente. En el Santuario del Antiguo Testamento, la fuente era el origen de las aguas ubicada entre el altar de sacrificio y la cortina que ocultaba el Lugar Santo de los ojos de la gente. La fuente era para el lavado de pies y manos del sacerdote luego de hacerse cargo de los sacrificios animales para limpiarse para poder así oficiar en el primer compartimiento tras la cortina. De igual manera, necesitamos una limpieza más profunda de nuestras mentes y corazones de la deshonra que el pecado ha hecho para evitar que continuemos cayendo en los profundos surcos en nuestros cerebros y en los hábitos que nos han hecho pecar. Necesitamos una transformación del corazón y la mente y esto solo puede hacerse con el poder de la Palabra de Dios y el poder intrínseco del Espíritu Santo obrando a través de la Palabra. Este proceso se describe en Efesios 5:25-27:

“Esposos, amen a sus esposas, igual que Cristo amó a la iglesia y se entregó a Sí mismo por ella para santificarla, limpiándola al lavarla con el agua de la Palabra y presentarla ante Sí mismo como una iglesia radiante, inmaculada, sin arrugas ni ningún otro defecto, solo santa e inocente.”

En otras palabras, si no usamos la Palabra de Dios para cambiar y lavar nuestras mentes de nuestras propias actitudes, hábitos pecaminosos y modos de pensar, estamos condenados a repetirlos mientras vivamos, ya que no tenemos poder para limpiarnos a nosotros mismos del pensamiento y conducta pecaminosos. Pero cuando leemos la Palabra de Dios con el propósito de aprender los caminos de Dios, Sus pensamientos y propósitos para nosotros, el Espíritu Santo puede obrar para cambiar nuestros corazones, pensamientos y sentimientos y presentarnos ante Cristo como una persona purificada, apta para ser la novia del Rey.

Ahora estamos listos para entrar con Cristo a las cámaras internas del Santuario.

Lo primero que captura nuestra atención es el candelabro de siete brazos colocado en la izquierda del Santuario. Es aquí que pedimos por la concesión de dones y gracias de parte del Espíritu Santo. Por eso es que es de tan vital importancia ser purificados por la Palabra de Dios, para que nuestros corazones puedan estar abiertos y listos a recibir los dones y gracias del Espíritu Santo. Estos están enumerados principalmente en tres lugares en la Biblia: Isaías 11:1-5; 4:4 y Proverbios 8:12-14; 9:1.

Como se indica en estos versículos, los siete aspectos del candelabro son: Sabiduría, entendimiento, consejo, poder, conocimiento, temor a Dios (que es repudiar el mal) y juicio.

¡Cuánto necesitamos que estos vitales ingredientes estén presentes en nuestros caracteres! ¡Y podemos tenerlos a diario a medida que nos purguemos de nuestros pensamientos y sentimientos pecaminosos y le pidamos a Dios que nos llene con cada aspecto de Su Espíritu!

También necesitamos recibir a diario el fruto del Espíritu. Pablo nos da un buen consejo acerca de esto:

“Así que les digo, vivan por el Espíritu y no hallarán gratificación en los deseos de naturaleza pecaminosa, pues los deseos de naturaleza pecaminosa son contrarios al Espíritu y el mismo es contrario a aquella…”

“Pero el fruto del Espíritu es amor, dicha, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fe, gentileza y auto control. En contra de tales cosas no hay ley. Aquellos que le pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa junto con sus pasiones y deseos. Ya que vivimos por el Espíritu, sigamos en sintonía con Él.” Gálatas 5:16, 17; 22-25.

En adición a esto, están los dones del Espíritu que serán recibidos por aquellos que están viviendo en armonía con Dios. Una lista de estos dones para el erigir del cuerpo de Cristo puede hallarse en Efesios 4:1-16; Romanos 12:3-8 y 1ra. Corintios 12:4-11.

En este punto en nuestro recorrido por el Santuario, es nuestro privilegio comer del Pan de la Vida, el cual está representado por la mesa del pan de la proposición. Esta es nuestra oportunidad de enfocarnos por completo en la vida de Cristo y personalmente comulgar con Él. Cristo se refiere a esto en Juan 6:32-40:

“Jesús les dijo: ‘De cierto os digo, no es Moisés el que les dio el pan del Cielo, sino mi Padre el que les da el verdadero pan del Cielo. Pues el pan de Dios es el que desciende del Cielo y le da vida al mundo… Yo soy el Pan de la Vida. El que a Mí viene no tendrá hambre jamás y el que en Mí cree nunca tendrá sed... Pues Yo descendí del Cielo no para hacer Mi voluntad sino la de Aquel que me envió. Y esta es la voluntad de Él, que no pierda nada de lo que Me dio, sino que lo cultive hasta el último día. Es la voluntad de Mi Padre que todo el que mire al Hijo y crea en Él tenga vida eterna y los levantaré en el día final.”

En este punto de nuestro recorrido por el Santuario, nos hemos purificado con la Palabra de Dios, estamos llenos del Espíritu Santo y estamos caminando junto a Cristo en completa armonía, llevando una relación personal con Él. Ahora podemos pasar al alatar dorado el cual está frente a la cortina interna, para presentar nuestras peticiones a Dios, teniendo completa fe que nuestras oraciones serán respondidas de acuerdo a Su voluntad.

“Si esperamos lo que no tenemos aún, debemos hacerlo pacientemente. Del mismo modo, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos por qué debemos orar, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con inefables gemidos. Y aquel que revise su corazón conoce la mente del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los santos de acuerdo a la voluntad de Dios.” Romanos 8:25-27.

“Imploren por el Espíritu Santo. Dios respalda cada promesa que hizo. Con sus Biblias en sus manos, digan: ‘Hice como pediste. Presento Tu promesa. Pidan y recibirán, busquen y hallarán, toquen y la puerta se les abrirá.’”

“No debemos orar solo en el nombre de Cristo, sino también por la inspiración del Espíritu Santo. Esto explica lo que se quería decir cuando se dice que el Espíritu ‘intercede por nosotros con inefables gemidos.’ Romanos 8:26. Dios se deleita en responder tal oración. Cuando con honestidad e intensidad oramos en el nombre de Cristo, en esa misma intensidad hay una promesa de Dios en la que responderá a nuestra oración ‘excesivamente abundante más allá de todo lo que pidamos o pensemos.’” Efesios 3:20.

“Cristo dijo: ‘Las cosas que que deseen, cuando oran, crean que las recibirán y las obtendrán’ Marcos 11:24. ‘Lo que pidan en Mi nombre, lo concederé, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.’ Juan 14:13… ‘Si pedimos lo que sea de acuerdo a Su voluntad, nos oirá y si sabemos que nos oye, lo que sea que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que deseábamos de Él’ 1ra. Juan 5:14, 15. Entonces preséntenle sus peticiones al padre en el nombre de Jesús. Dios honrará ese nombre.” COL 147, 8.

¿No es maravilloso saber que cuando estemos libres de egoísmo y llenos del Espíritu Santo, podemos pedir lo que deseemos y se nos concederá? Si somos tentados a pedir inapropiadamente, el Espíritu Santo guiará nuestras sinceras peticiones y nos permitirá estar en armonía con Su voluntad. Sin embargo, sin la guía y purificación del Espíritu Santo, pediremos en respuesta a nuestro espíritu sin purificar y entonces nuestras oraciones no podrán ser respondidas.

“Si alguno de ustedes carece de sabiduría, que le pida a Dios, quien le da generosamente a todos sin hallar culpa y se le dará. Pero cuando pida, debe creer sin duda, porque el que duda es como una ola del mar, movida y azotada por el viento. Ese hombre no debe creer que recibirá nada del Señor, es un hombre indeciso, inestable en todo lo que hace.” Santiago 1:5-8.

¿Pueden ver la progresión positiva en los pasos hacia el Santuario, llevándonos a ser llenos por completo por el Espíritu y en sintonía con Cristo, para que podamos cooperar con Él a medida que nos purifique y nos prepare para recibir la lluvia tardía? Aquellos que participen en el ministerio de Cristo en el segundo aposento serán aquellos sellados y que estarán listos a ser transpuestos sin ver muerte cuando Cristo vuelva.

Desafortunadamente, la gran mayoría de los Cristianos de hoy en día, incluyendo a los Adventistas del Séptimo día, ignoran la necesidad de cooperar con Cristo a medida que hace Su ministerio por nosotros en el segundo aposento del Santuario. Solo una inquebrantable comunión con Él nos preparará para la santidad de carácter que se necesita para estar listos para el cierre de gracia. ¡Cuántos que creían que se salvarían se quedarán por fuera en aquel día!

“Vi una cubierta que Dios estaba colocando sobre Su pueblo para protegerlos en el tiempo de tribulación y cada alma que se decidió por la verdad y era pura de corazón sería cubierta por el manto del Altísimo.” EW 43.

Creo que la preparación que Dios quiere que Su pueblo haga para el tiempo de tribulación solo se halla en la experiencia del Santuario. Es una caminata con Dios lo que nos lleva al punto donde el pecado ya no es parte de nuestro pensamiento o nuestras vidas. Es el mismo estado a través del cual Enoc pudo caminar con Cristo. Entonces no solo perdonará nuestros pecados, sino que los removerá por completo de nuestras vidas para que no haya nada que se interponga entre nosotros y nuestro Salvador.

¿Tu corazón anhela contarse entre esas personas? Puedes ser parte de ellos, si no le guardas nada en tu vida que separe tu corazón del de Cristo. En nuestro próximo estudio me enfocaré por completo en la necesidad y el modo de cooperar con Cristo en la obra de purificación que está llevando a cabo ahora mismo para Su pueblo en el segundo aposento o Lugar Santísimo del Santuario celestial.

“Tu camino, oh Dios, está en el Santuario.” Salmos 77:13.

 

Artículo por Carol Zarska, MAR, escritora.